martes, 7 de julio de 2020
lunes, 6 de julio de 2020
Presentación: Tallar te obliga a pensar en las cosas. Entrevista, poemas y dibujos. Selva Dipasquale Tamara Domenech Romina Ger. Sábado 22 de Agosto, 19 hs. Biblioteca Virtual.
Palabras preliminares
Cómo nombran aquello que confeccionan.
Qué historia los liga a la técnica.
Con cuáles materiales y herramientas trabajan.
Cómo definen las artesanías ¿Y al arte?
Qué piensan de la exhibición y venta de obra en el espacio público: parques,
plazas, calles, bulevares.
Qué relación tienen con las piezas que producen. Si se encariñan, al
venderlas, ¿las extrañan?
Cómo es un día de trabajo.
Qué satisfacciones vivieron en relación a los objetos que fabrican.
Cómo sería una obra que nunca hicieron y les encantaría realizar.
Y otras que fueron surgiendo durante las entrevistas. Cada transcripción
en forma de verso fue acompañada por un poema dedicado al objeto que convocó
mágicamente nuestra mirada, y fue dibujado por la artista Romina Ger, a partir
de fotografías que le enviamos.
Pensamos que algunas personas entrevistadas comenzaron sus oficios a
partir de un punto de inflexión en los trabajos que tenían, como monotributistas
o en relación de dependencia: despidos, demandas excesivas por parte de
patrones, exigencias personales, crisis económicas y políticas, en fin, y que
las artesanías, esas miniaturas, constituyeron un modo de levantarse, creer en
otras alternativas de manutención, darles oportunidades económicas a los
pasatiempos, tener las manos ocupadas en vez de la razón, se curaron de algún
modo, de las marcas que deja cualquier empleo viciado de explotación y curaron,
a través de ellas, a quienes se las ofrecieron en exhibición. Otras personas,
en cambio, desde muy chicas se iniciaron en el oficio aunque pudieron
desarrollar su pasión artística varios años después. Como sea, se trata de
vender objetos que pueden estar incluidos en una serie o colección pero que
tienen un diseño único y la hechura del ser.
A medida que avanzamos en la realización de las entrevistas advertimos
que quienes trabajan con sus manos hablan poesía. Con nuestro oficio de poetas
registramos las inflexiones de la voz, las pausas del discurso para realizar
los cortes de verso. En cuanto al contenido, tomamos nota del poema que nos fue
dicho cada vez. Como escribió el poeta Aldo Pellegrini: La poesía es la reflexión de las cosas en el hombre pero al mismo
tiempo la reflexión del hombre en las cosas. Así se establece una verdadera
corriente que va del mundo al hombre y del hombre al mundo por un mecanismo de
vasos comunicantes. Y esta corriente de doble signo es la vida misma pues para
el poeta conocer y vivir son la misma cosa, porque poéticamente vivir significa
descorrer el velo de lo desconocido.
En la palabra Arte - sanía
está implícita la capacidad sanadora del arte, acaso, ¿existe el arte que no se
haya creado para sanar algo roto y que en esa misma afirmación expansiva
alcance a emocionar a quien lo ve? Y también, ¿las veces que nos levantamos no
son a partir de cosas pequeñas, sencillas, cotidianas?
Tamara Domenech y Selva
Dipasquale
Presentación: Póetica de los oficios. Entrevistas, poemas y dibujos. Selva Dipasquale Tamara Domenech Sonia Neuburger. Sábado 25 de Julio, 19 hs. Biblioteca Virtual.
Palabras iniciales: La tubería oculta
La posibilidad de
la creación de este libro surge un sábado a la tarde del mes de diciembre de
2018, en el living de la casa de Selva, mientras conversábamos sobre
literatura, noticias de amigos en común, hijos, la conflictividad social, todo
junto en no más de tres horas y cada tanto silencios de mate y té hasta que
surgió la coincidencia de sentirnos atraídas por los distintos oficios que
existen en los barrios en los que cada una vive.
Villa Luro y
Villa Santa Rita son cercanos en términos geográficos, en cuanto a la
composición de los comercios que los habitan, los servicios que ofrecen y los
horarios de apertura, descanso y cierre, la preeminencia de las siestas. Ese
tiempo en el que se suspende el trabajo y motiva un extrañamiento respecto a la
tendencia del estar abierto las 24 hs; disponibles más que dispuestas en torno
a la lógica de las redes sociales; el delivery en bicicleta o moto, remeras de
llamativos colores en las que los logos resaltan modos de precarización
laboral. Prácticas del capital alborotadas que funcionan en torno a
“comunidades de consumidores”, “clientes” y un sistema de “movilidad” capaz o
incapaz de satisfacer de manera “rápida” por no decir “instantánea” aquello que
se “necesita o se desea”.
En nuestros
barrios priman los comercios donde se venden productos o servicios realizados a
partir del desarrollo de oficios, mencionamos entre otros, los que en este
trabajo pudimos relevar: Relojero,
carpintero, dibujante técnico, restaurador de cacerolas y cuchillos, zapatero,
peluquera, peinadora, marquero, pintoras artesanas, modista, jardinero,
ceramista, cerrajero y tatuador. Es así, como sentimos la necesidad de indagar
sobre estos saberes, herramientas, formas de moldear la materia, el tiempo. Y
dárnoslo, en medio de obligaciones diarias para entrar, preguntar, escuchar y
escribir poemas. En este sentido, cada una, después de visitar estos lugares y
realizar una entrevista comenzó y concluyó un poema que fue enviado a la otra
para que continuara su desarrollo a partir de la imaginación distante,
disociada de no haber estado allí. Y así fuimos escribiendo un libro de a dos,
o a cuatro manos.
Si la poesía fuera
un oficio más, nos preguntamos cómo sería si sus técnicas, herramientas, temas
fueran siempre los mismos. Y como nos negamos a la rutinización de la
existencia, pensamos que este método de acercamiento a las personas y a las
palabras, podría colaborar, con sus filtraciones sutiles, a crear nuevos u
otros caminos dentro de los ya pautados, obligados, estandarizados.
Al hacer las
entrevistas nos encontramos cada vez con personas apasionadas por su labor,
todos dijeron hacer las cosas como si las hicieran para sí, y lograr sentirse
satisfechos, plenos con un buen trabajo realizado y reconocido por quienes se
los encargan. Cuerpos heridos pero vitales dando cuenta del malestar y del
amor.
Al desplegar
nuestro oficio de poetas, desgrabando, interviniendo las entrevistas y
escribiendo los textos poéticos advertimos, a poco de andar, que los
entrevistados en muchos fragmentos nos entregaban los poemas servidos en
bandeja. Con Tamara viajamos en la sonoridad de las palabras que designan
herramientas. Intervinimos, sí, pero también reescribimos historias de vida que
nos fueron contadas con un entusiasmo, que no deja de sorprendernos, por darlas
a conocer, con un agradecimiento que nos honra, somos nosotras las agradecidas
con cada trabajador, trabajadora, artistas de la materia, que nos abrieron las
puertas de su taller y nos compartieron anécdotas de sus vidas. Este libro nos
convence de lo que se ha dicho muchas veces: La poesía es de todos y para
todos. Está ahí a la vuelta de la esquina. Con sus alegrías y sus inmensos dolores.
Poetas somos todos. Quizá, entre la docilidad y la resistencia, haya un tiempo
para una manufactura mitad real mitad fantasía, trabajada por herramientas que
opacan y lustran el espacio y el mobiliario que nunca dice nada sobre cómo son
las cosas que hacemos, cómo pasan las personas que nos rodean, las cosas que
son.
El arte como
oxigenación, temple y gama hacia el encuentro con alguien.
Con el deseo de que
las puertas que abrimos, y que sigamos abriendo, no nos priven de ciertos
compromisos con aquello que nos rodea, de ciertos afectos. Nos gustaría
concluir estas palabras iniciales con lo expresado por el poeta Fabio Morábito:
Hay gente que cree, puesto que no los ve,
los tubos no existen o no son importantes, gente que no tiene conciencia de que
el agua no es mágica, sino que hay que llevarla por conductos concretos,
conductos que representan un esfuerzo notable… Cuando veo unos tubos asomar por el revoque de un muro de una casa o de un establecimiento público, siempre
me sorprendo. Ahí va el agua, me digo, como un perfecto tonto, y caigo de nuevo
en la cuenta de que las cosas son más simples y más complejas de lo que se
cree. Más simples, porque la idea de una tubería es bastante sencilla, tan
sencilla que es casi denigrante; el agua se merecería un medio de transporte
más digno que un tubo; y más complejas, porque como vivimos en una cultura del
recubrimiento, del eufemismo, de la ocultación del esfuerzo, hemos terminado
por creer que los tubos no existen y que todo ocurre detrás de los muros de una
manera automática. En resumen, hay que recuperar, en todos nuestros actos, la
tubería oculta, no perderla de vista, o como diría Antonio Porchia,
acompañarla.
Tamara Domenech y Selva Dipasquale