Siesta
Nicaragua
y Costa Rica.
Son
las 2 menos cuarto de la tarde.
Estoy
a una cuadra del jardín.Mi hijo me está esperando con la colonia después del
almuerzo y su mochila en los hombros.
Voy
con un cochecito vacío.La mente llena de cosas.
Lo
que hice, lo que haré, lo que estoy haciendo.
Buscar
y traer, comprar y guardar, limpiar y ordenar, llenar y vaciar, bañar y cambiar,
tender y descolgar, congelar y calentar, barrer y recoger, encender y apagar, leer
y apilar, pintar y remojar, abrir y cerrar, una cadena de flores que coloco en
mi pelo para adornar las horas en las que el apuro opaca los instantes del
aire.
Cerca
de la plaza las ganas son de renovar lo útil. Vajilla y acolchados, ropa y
zapatillas.Y el tiempo dinero se transforma en las posibilidades de la
reutilización.
Lo
mío pegadoafuera, el afuera pegado en la casa.
En
esa esquina un contenedor impide el paso.
Aquí
me tienes, dice y despide tres bastidores de los que tironeamos con una señora
que copia lo que veo.
Dejo
el cochecito para la fuerza y aparto uno de ellos de pinceladas impresionistas
con el dibujo de una siesta. Un niño en el monte y una pareja recostada al lado
de un carro de arrastrar caballos.
A
la señora le cedo una naturaleza muerta y el dibujo de un chalet.
Este
cuadro contiene un sueño, pienso, mientras lo guardo en mi cartera.
Llegar
a horario es robarle a la calle lo que nos quitan las instituciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario