miércoles, 30 de octubre de 2024

Apunte Poemas por Flor Monfort y Noe Vera. Gracias infinitas! Azar y Amor!


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En la bolsa de tela que uso todos los días, llevo entre tantos otros, un objeto muy preciado. El libro de Tamara me acompaña desde que lo tengo de acá para allá. Ella encuentra perlitas en el mar que es la ciudad en la que vivimos, la escuela donde trabaja, el transporte público, la casa familiar. Encuentra piedras en el camino también de la vida ordinaria y las talla como se talla una piedra preciosa. Las guarda en su propia bolsa de recolección que en el mundo de la poesía, es un cuadernito en papel o una carpeta de borradores en la nube y un día estas obras que son sus apuntes que son sus poemas se comparten, viajan, ganan un premio. Un buen día se ponen un traje ¡ya son libro! y se presentan. Hoy es ese día y celebramos que exista Apunte poemas. Un libro que a cada paso discute y festeja en parecidas proporciones sus condiciones de existencia.

 

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Tamara da una puntada certera ahí donde se anidan las cosas de todos los días. Fue uno cualquiera de 2012 cuando la conocí y entendí que ella situaba en el lenguaje un sistema de pensamiento que hacía del compromiso colectivo una diadema. Fuimos a la plaza a hablar de maternidades y entre nosotras ya se trenzaba un cuento que dura hasta estos días, tantos años después. Observo ese espacio de tiempo desde que la conozco y sé que las veces que nos vimos no son tantas como hubiera querido, pero que ese tiempo siempre estuvo revestido de un polvo de agua, una sal de estrellas, ese detalle polvo ultra fino de pensar en la otra a la distancia y convidarse una pequeña frase alada moviendo la boca, en el silencio de la madrugada.

 

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Dice un poema que los concursos literarios deberían ser superados con una fórmula comunitaria en la que ganen no unas pocas sino todas las voces que participan y se reúnan en un libro bien gordo, que se parezca a una reunión en la que cada una cuenta lo que quiere contar. La utopía de una antología cuasi infinita a la manera de multitud en una fiesta.

Tamara piensa todo el tiempo en cómo mejorar las cosas. En cómo se superan los límites de Burocracia, Cultura, Estado. Y en cómo hacerlo juntxs. Porque también está llena de límites nuestra vida vincular. Y nos acostumbramos. Nos separan algoritmos, roles, instituciones, precarización, mandatos, jornadas laborales y un largo etcétera de necesidades. Por eso en estos poemas lo más importante parece ser sacarnos las anteojeras de la vida alienada y estrechar nuestras verdades. Acercarnos, conocernos.

Como ese poema en que se lamenta no haber ido a un festejo de cumpleaños con facturas en la vicedirección al que invita una señora desconocida. Y en el poema “Clase” leemos algo de cada estudiante, un detalle, una particularidad que nos permite “verlos” fuera del montón y nos da una idea de quienes habitan hoy las aulas y nos dan ganas de saber aún más.

 

Miranda hace todo rápido porque se va a vivir a España

Thiago no sabe si seguir derecho o letras

Jonathan cumple

Amanda dibuja

Andrés está triste

Lucas critica

Valentina escucha música.

 

La profesora que es el yo poético en muchos de estos poemas se empeña en cautivar adolescentes hacia la escritura, que hagan del tedio y de la mente en blanco un espacio de liberación. Y ese espacio de expresión que se busca resultará  también un lazo, una conexión entre personas en un marco institucional que por defecto les asigna roles estancos. En el poema Espera la profesora aprovecha para charlar con las y los estudiantes, traer sus vidas al aula  “Me quedo contenta de conocer otras cosas sobre ellxs”, dice. En los poemas de Tamara Domenech, los personajes gozan de salirse de los roles, del determinismo. Aunque sean movimientos mínimos en circunstancias cotidianas.

 

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La operación que hace vuelve hermosos hasta los verbos, que no son de mi preferencia. porque en los verbos ella sitúa los motorcitos que arman el espacio común y es un salon de baile con sus personajes preparados para danzar. Tomo sus versos: promover un estado de rebalse
un licor rosa, azul, verde, turquesa que llega a penetrar
espacios estrechos
silenciados

olvidados

impensables
que embriaga el abandono de las instituciones

En ella se funden el deseo del bien común, algo tan necesario en estos días oscuros, y la vitalidad de quien no se cansa nunca de perseguir la honestidad como bandera. Es la literatura pero también es el alimento, el agua, las cosas ordenadas, los colores y los ámbitos, un bosque, la rudeza del asfalto, la piel escamosa que recoge el polen del aire y el tedio de algunas horas. Yo también quiero aprender de ella, beber de su savia poderosa y animarla a que escriba siempre más y que no deje de animarme con ese poder de hada, a no dejar nunca de mover los tentáculos.

 

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Hay mucho mundo onírico, ensoñación. Un poema lleva como título Trata de universitarias y habla de un sueño que mediante la hipérbole ilustra bien la realidad laboral de lxs docentes, las  horas que no se pagan y la dimensión esclavizante. En ese sueño se sublima un problema. Un compañero pone en palabras, reclama en asamblea y eso alivia “sus palabras me salvan de la realidad”, dice la voz que escribe y sueña.

 

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su poesía se mete en los pliegues, porque qué es la poesía sino esos pliegues, esos rosas (flor, lengua, labios, nube, chicle, herida) y ese hacer adentro de las palabras que la pone a andar en bicicleta, a mirar por la ventana del 34, a ofrendar una sonrisa, a mirar la hoja seca que cae de un árbol en toda su desnudez. ¿Cómo se sonríe entre las letras? sale el mar de las piedras preciosas que son estos apuntes para darse de lleno con la orilla y volver a rumiar con fuerza en el territorio, donde se anida, se cuida, se respeta pero sobre todo se profesa la fe en los oficios.

 

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En estos apuntes los momentos inesperados de la vida se subrayan con resaltador. Como un pie que escucha el latido del corazón de la instructora de yoga. ¿Un pie que escucha? Sí. Porque la poeta que toma nota lo hace con sus sentidos expandidos. No es una mera licencia poética, un recurso literario llamado sinestesia que pone a confundir tacto por oído, olfato por gusto. Es el registro sensible de un encuentro entre dos personas que hacen algo juntas. Y en un ejercicio de estiramiento cuando todo el cuerpo está presto a sentir, los corazones humanos pueden oírse con la consciencia alojada en todo el cuerpo

 

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Cuál es el punto de fuga? dice Tamara: y ahí empieza el laberinto de hielo, pero no por frío sino por robusto, lo contundente de la afectividad, la ternura como tractor político. Donde hay quien observa, y la imagino a Tamara mirando una taza y volviéndola bella solo por el hecho de posarla en su mano y mirarla, donde hay quien observa digo, hay algo que crece fuerte, raíces eternizantes, como los libros que se leen en la infancia en la luz de un velador. Podría no conocerla e igual imaginarla rodeada de cuadros, de rostros hermosos, de labios que le dictan emociones y ella borda pacientemente. Son nombres en un almohadón de aquellas personas a las que ya tocó con su magia palabra. No son apuntes, son resonancias de gong en las cabecitas, un volver a mirar y volver a elegir y volver a sentir.

 

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Encuentro un arte poética en este libro llamada Palabras que declara, creo, la poesía como instrumento para estar en el mundo, para actuar, para accionar, civil y políticamente. No hay para esta poética un mundito paralelo (el de la lectura, el del arte) sino el que habitamos cada día, humanamente. Las palabras que comprenden un poema se encuentran en: documentos, pasacalles, cartas, grafitis, números de teléfono, invitación a una fiesta, dibujo sobre un vidrio empañado. La poesía está diseminada en todas partes, solo hay que escucharla y destacarla. Así trabaja la poeta. Y también la profe en el aula. No hay distinción. En el poema Devoluciones se transcriben palabras de otrxs, se cita a sus interlocutores. Dice una estudiante sobre una proyecto escolar:  “Es reconfortante darme cuenta de que cada cabeza es un mundo y ver la dualidad, ser única y diferente es mi felicidad”. En la poesía de Tamara todas las voces entran, son poesía. Y los libros encierran lo que alguna vez tuvo vida. Pero mejor que no se encierren, dice también. Mejor que tengan puertas y ventanas que dejen entrar el vaivén de los cuerpos cuando están frente a otros.

En este sentido, estos poemas, que son piedras afiladas con lucidez, amor y atención, apuntan. Contra la mecánica de la ciudad globalizada antropófaga que nos atomiza, que nos quiere carne pulverizada. Porque la poesía de Tamara Domenech insiste en la unión de las personas, en devolverles su integridad y en la integración de saberes, disciplinas, cosmovisiones: voces que el arte reúne siendo “un centro imaginario de festejo”. Porque la salida, como sabemos, es urgente y colectiva. Y es preciso insistir y no olvidarnos. Y reunirnos. La guerra que hacemos las mujeres desde la escritura se desata con poesía, llenando el planeta de diversidad, redes humanas, animales, flores y libros chiquitos. Como nos hizo ver en sus lecturas, en su teoría y en su poesía la Tamara mayor: Tamara Kamenszain.

Libros chiquitos como este que nos devuelven a la fuerza de lo que está vivo, dialogan con sus pares y plantan en nuestras vidas semillas de transformación que prenden en varios puntos del planeta. Apunte poemas no se cierra sobre sí, no se aísla, forma parte de algo mucho más grande. Es verdad que desatamos una guerra que susurra y tarda pero avanza y se expande como una mancha de menstruación en el paño blanco del mundo. 

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