lunes, 1 de junio de 2015

Prólogo

Este libro reúne  imágenes de objetos y obras que recolecté de la calle durante los años 2011-2014 en caminos realizados al trabajo, a mi casa, al colegio de mis hijos, a galerías. Fueron caminos comunes sorprendidos por hallazgos en los barrios en los que viví y me muevo: Palermo, San Cristóbal, Villa Santa Rita, Núñez.
Por cada una de ellas necesité escribir una referencia, una pequeña crónica de la esquina en la que las había encontrado, dado que ninguna estaba firmada, excepto el nombre de un niño sobre una hoja con flores.
Esta recolección fue una manera de pintar sin tiempo, de escribir mientras observaba, de pensar una muestra para otros que no conozco, de sentirme acompañada en la ciudad, de robar minutos a los deberes cotidianos en la puesta de un descubrimiento, de trabajar sin dejar de pensar en quién soy.
Yo no sé por qué se han deshecho de ellas, las reuní con la intención de una observación maternal.
¿Cuál es el arte de entrecasa que nunca conoceremos? ¿Cuál es la relación entre aquello que se descarta y aquello que se exhibe? ¿Cómo nos interpelan los materiales sobre los cuales no tenemos referencia de su autor? ¿Cuáles son los dibujos que se exhiben en las bolsas de residuos? ¿En qué momento se fractura lo que deseamos de lo que dejamos de amar?
Estas obras formaron parte de un sueño, de modo tal, que ya fueron exhibidas, estaban colgadas en una sala inmaculada al lado de un recuadro de telgopor en el que disponía con alfileres papeles encontrados: naipes, fragmentos de cartas, listas de supermercado, notas a través de las cuales, personas discapacitadas venden sus mercancías en el subte. Sobre el piso del sueño se proyectaban, de manera circular, fragmentos del libro el Salón Literario de Sastre, libro que reúne ensayos de J.M. Gutiérrez, J.B. Alberdi, E. Echeverría, y el mismo M. Sastre sobre la tradición española y la vanguardia literaria que los jóvenes de la generación de 1837 discutían y querían forjar.
Yo indago sobre lo que otros dejan.
Las preguntas que se me ocurren son: ¿Qué relación existe entre aquellas tertulias y las del arte de hoy? ¿Cuál es el contorno de las voces a las que debiéndolas oír, querríamos desobedecer? ¿Están lejos o cerca?
¿Qué espacios existen de exhibición para las obras del odio? ¿Qué dibujos fueron basura en aquella época? Estas obras, ¿Deberían ser mostradas en un museo o en un basural de clásicos literarios a exhumar?

Tamara Domenech


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