Hablo con mi madre convertida en árbol
su tronco delgado
en una maseta gigante hace que baile.
Me dice que no hay nada que hacer
se ríe
se desenraizó
se está por secar.
Yo la acomodo
lo acomodo
de un lado al otro de un círculo
para ver si con presión
encuentra su lugar u otro para seguir
como hasta ahora.
Me pregunta: ¿sin raíces cómo voy a
hacer para absorber el agua?
Y, desesperada, busco un recipiente para
salpicarle gotas que caen al piso.
¿El árbol llora por mí?
¿llora mientras la estoy resucitando?
en un acto las palabras dejan de existir
¿dije todas las que quise?
por qué no callarme la boca
por qué querría decirlas.
Y se precipita hacia un costado.
Sus manos son ramas quebradas
una cruz
que dispongo en el techo de mi vida
para que cuando la familia y los amigos
pasen
la saluden.