Una burbuja
en el pico de una botella / Tamara Domenech
Lectura
Vanna Andreini /
Roger Colom / Selva Dipasquale / Lanfranco Ezpeleta / Liliana Ponce / Florencia
Fragasso / Paz Garberoglio / Noelia Rivero / Carolina Romanó / Daniel Schiavi /
Sábado 3 -Septiembre-
18 hs.
Oficina Proyectista - Fundación
Lebensohn
General Hornos 238
Vanna Andreini
Orfeo
Apoya
la cabeza sobre el escritorio
Busca
claridad entre notas y palabras
La
luz invernal
Que
entra por la ventana
Lo
adormece
El
sueño a la luz del sol
Repara
Ella
Bailarina
de sus notas
Sin
sonido
Lo
cubre
Respeta
el genio
Responde
a su educación
Cierra
y sale
Caperucita
sin canasta
Sin
sendero
Busca
un lugar
Desde
el que tirarle
Pana
las palomas
Sueña
un hombre
Capaz
de cruzar ríos
De Ganarle a perros de tres cabezas
De
convencer captores
Sueña
un amor fuera de serie
Que
le dedique poemas y canciones
Una
niña con una varita luminosa
Espanta
sus palomas
Que
la despiertan de sus ensoñaciones
¿Qué
espera del amor?
¿Ser
rescatada?
¿todos
los días? ¿de sí o de quién?
Todos
los días no
Una
sola vez
Y
luego
Repetir
El
abandono inicial
un
hombre que al mirarla
la
abandona
a
su oscuridad
princesa
muda y sin sonrisas
hermana
de los seis cisnes
teje
esas camisas salvadoras
mientras
espera la hoguera
salva
y es salvada
ahora
corre y corre
se
aleja de sí
y
de los lobos
¿cuál
es el amor capaz de salvar?
¿el
arte?
Arte
y vida
Vida
o arte
Tropieza
Se
resbala
Cae
Y
el auto no alcanza a frenar
Orfeo
sueña
Una
protagonista femenina
Que
esté a la altura
De
un drama intenso.
Roger Colom
Monserrat
14/12/2011
Dijiste
que no se puede contar conmigo, que (además) vivo
en una pensión, aunque sea de artistas, y eso lo demuestra.
Eso me llevó de nuevo a Schuyler, que también vivía en una pensión
de artistas, aunque más famosa que la mía, y en una ciudad
más potente que la mía, la de ahora, el Hotel Chelsea
donde dicen que Sid mató a Nancy en 1978.
en una pensión, aunque sea de artistas, y eso lo demuestra.
Eso me llevó de nuevo a Schuyler, que también vivía en una pensión
de artistas, aunque más famosa que la mía, y en una ciudad
más potente que la mía, la de ahora, el Hotel Chelsea
donde dicen que Sid mató a Nancy en 1978.
Anoche
tuve un sueño erótico. Era una orgía. Nunca había soñado
con una orgía, al menos durmiendo, y nunca he estado en una.
En la orgía en cuestión, la que soñé, no conocía a nadie, aunque
se suponía que sí, que la mayoría eran personas que conocía—
o que conocería en algún futuro no muy lejano. Una era pintora.
Luego había otra chica, con la que al parecer yo estaba liado.
Todo ocurría en una ciudad intermedia entre Buenos Aires
y Barcelona, adonde íbamos en tren a ver la exposición de otro amigo.
A veces tengo la sensación de que todo está aún por descubrir;
de que la realidad está al acecho, esperando a ser creada a cada instante.
con una orgía, al menos durmiendo, y nunca he estado en una.
En la orgía en cuestión, la que soñé, no conocía a nadie, aunque
se suponía que sí, que la mayoría eran personas que conocía—
o que conocería en algún futuro no muy lejano. Una era pintora.
Luego había otra chica, con la que al parecer yo estaba liado.
Todo ocurría en una ciudad intermedia entre Buenos Aires
y Barcelona, adonde íbamos en tren a ver la exposición de otro amigo.
A veces tengo la sensación de que todo está aún por descubrir;
de que la realidad está al acecho, esperando a ser creada a cada instante.
Vine
al Café Montserrat a despejarme un poco. Me cuesta volver a dormir
después de sueños así, y después, por la mañana quedo medio atontado.
También era por airearme un poco de mi habitación. Me gusta mi habitación
pero a veces me agobia un poco escribir ahí. O en cualquier casa donde
haya vivido, siempre ha sido así. Por eso, también siempre, he tenido
la costumbre de “salir a caminar” una idea, un poema, lo que sea
que tenga entre manos en ese momento. La camarera tiene una barriguita
que en otras ocasiones no le había notado; hace tiempo que no vengo
y no me atrevo a preguntarle si está embarazada, que no siempre
es buena noticia.
después de sueños así, y después, por la mañana quedo medio atontado.
También era por airearme un poco de mi habitación. Me gusta mi habitación
pero a veces me agobia un poco escribir ahí. O en cualquier casa donde
haya vivido, siempre ha sido así. Por eso, también siempre, he tenido
la costumbre de “salir a caminar” una idea, un poema, lo que sea
que tenga entre manos en ese momento. La camarera tiene una barriguita
que en otras ocasiones no le había notado; hace tiempo que no vengo
y no me atrevo a preguntarle si está embarazada, que no siempre
es buena noticia.
Las
alemanas de la mesa de enfrente, una rubia, otra no tanto
pero las dos muy guapas, hablan en alemán. Algo las indigna
o están en desacuerdo con algo, aunque no entre ellas. Y
al estar en desacuerdo con algo aunque de acuerdo entre ellas
parece como si su indignación, que percibo sólo por el tono
de sus voces y por cómo se interrumpen para seguir estando
de acuerdo, tuviera una mayor densidad. Y es que nos encantan
esos momentos en que nuestras vidas cobran una densidad
mayor que la habitual, y parece que por fin podremos escapar
aunque sólo sea un ratito, de la delgadez, de la finura inútil
de nuestra experiencia diaria.
pero las dos muy guapas, hablan en alemán. Algo las indigna
o están en desacuerdo con algo, aunque no entre ellas. Y
al estar en desacuerdo con algo aunque de acuerdo entre ellas
parece como si su indignación, que percibo sólo por el tono
de sus voces y por cómo se interrumpen para seguir estando
de acuerdo, tuviera una mayor densidad. Y es que nos encantan
esos momentos en que nuestras vidas cobran una densidad
mayor que la habitual, y parece que por fin podremos escapar
aunque sólo sea un ratito, de la delgadez, de la finura inútil
de nuestra experiencia diaria.
Hace
un momento, mientras pasaba estas notas en limpio, en al patio
de mi casa, levanté la vista y ahí (con el cielo inmenso) mirando
medio al sudeste, estaba Júpiter. De repente, me vino a la mente
lo que me dijo un amigo de muchos años: “Si miras con cuidado
puedes llegar a ver a Ío, Ganímedes, Europa y Calisto, sus cuatro lunas.”
de mi casa, levanté la vista y ahí (con el cielo inmenso) mirando
medio al sudeste, estaba Júpiter. De repente, me vino a la mente
lo que me dijo un amigo de muchos años: “Si miras con cuidado
puedes llegar a ver a Ío, Ganímedes, Europa y Calisto, sus cuatro lunas.”
Selva Dipasquale
Casa de la Poesía
Cuando
me tiro de cabeza
a
la pileta
mis
piernas se dan vuelta
y
caen
lento
como
ahora las agujas del reloj.
El
agua y el aire
por
un instante
tienen
la
misma densidad.
Voy
hasta el fondo
y
regreso a la superficie
en
una sola dirección,
a
toda velocidad y con los ojos
bien
abiertos.
El
cielo está turbio,
se
apaga.
Respiro.
Las
flores del aromo
flotan.
Lanfranco Ezpeleta
Liliana Ponce
Reconstrucción
de seis fábulas nocturnas
1.
¿Cómo recuperar ese sueño del que se borraron las
palabras y las imágenes? ¿Qué hablé, qué oí, quién estaba en esa puerta, en ese
cuarto? Muda también yo, como espectadora. Todo se convirtió en nube, en
sombra. Y al despertar, quedó por un instante un color indefinido, opaco, una
placa lechosa, sin forma ni sonido.
2.
La mujer del turbante gris está de espaldas. Pero la miro
y comprendo que soy yo misma. Soy y no soy yo al mismo tiempo. Observación de
una cabeza, apenas –casi cuerpo fragmentado. La imagen dura poco, y si había
una historia, cuando desperté se borró.
3.
Anoche, un leve grito de quien duerme a mi lado. Me
sobresalto y me dice, con voz angustiada, que solo sueña pesadillas. Entonces
le pregunto: “¿no será que solo te acordás de las pesadillas?”
4.
Me desperté tratando de tirar el hilo, de ovillarlo, con
el deseo de que vinieran las palabras y las imágenes del sueño. Todo se vuelve
calmo y apacible. El brillo detrás de los párpados es casi fuego, gotas que se
secan por el ardor.
5.
Dos panes grandes, ovoides, de harina con salvado. Uno
estaba en la alacena, a la vista. El otro, sobre la mesa –el que yo estaba
comiendo. Ah ese sabor, ligeramente salado, su costra crujiente al morderlo.
Era, pensé en el sueño, igual al pan de centeno que compraba mi madre al
panadero ambulante.
Desperté y recordé que en el sueño, el placer estaba en
la boca, en la saliva –el sabor que ahora se perdía con la luz de la mañana y
el canto de un pájaro desconocido que, atravesando la fría bruma de julio,
llegaba desde un árbol cercano.
6.
De frente, a mi izquierda, un cantero armado sobre una
elevación. Estaba cubierto de hojas en un tupido entramado, como una pared
verde hecha alfombra. Alguien me acompañaba pero no supe quién era. Esas hojas
son de plantas de violetas –afirmé frente al desconcierto de mi interlocutor
invisible, indefinido. Y al decir esas palabras, me daba cuenta de que eran el
recuerdo de las que cultivaba mi abuela. Después, las imágenes se recortaron,
se separaron de las palabras.
Ese día dormí más de lo acostumbrado. Fue un sueño muy profundo
–alguien entró al cuarto, alguien salió, pero no oí nada, absolutamente. ¿Será
así morir?
Florencia Fragasso
Sacristía
Voy
al cine a dormir
No
soy la única
Voy
a dejarme arrullar
por
las voces perfectas
de
los personajes secundarios
La
butaca turquesa solo se mantiene firme
si
aprieto fuerte hacia abajo con los muslos y el sacro
Si
no ofrezco resistencia, en cambio,
la
butaca se cierra como una tijera
me
hace convexa
obligándome
a besarme las rodillas
Me
duermo encantada
por
las voces magnéticas
pero
con el sacro empujo hacia abajo
empujo
hasta que la butaca
suelta
amarras
y
se mece
mi
sacro, el cráneo de un animal extinguido,
queda
flotando
(De El cuento de las
mellizas, inédito)
Paz
Garberoglio
Con paciencia leo mensajes
en los bordes de mi presa:
la maldad es un tren que
no se detendrá, aunque
hagamos desesperadas señas.
Yo también fui un animal
prehistórico, corriendo voraz
bajo la sombra de unos tilos.
Soy la memoria de mis cosas,
el patrón de la cuna del hambre.
Sembrar. Me pregunto
qué habrá detrás de los ojos,
del cansancio que apuran.
Algo más que tomar un atajo,
estos son mis sueños
cosidos hacia afuera,
estos son mis “short cuts”,
maneras de decir yo fui, yo hice,
yo tengo.
Noelia Rivero
Ayer soñé que era amiga de una pantera. Jugamos como
hermanas.
Como todas las hermanas que perdí.
Jugamos a ser un mar oscuro. A no esperar la flecha. Ni
el trueno.
Y a la lengua pasar por las manos y los ojos cerrar y las
costillas hincharlas de aire.
De Fiesta en un
patio de Temperley, Zorra/Poesía, 2008.
Carolina Romanó
parque
sin palabras
árboles
oscuros
en
el cielo transparente y la luna
se
aleja o se acerca a las cosas que se mueven
o
se aquietan en los suaves pulóveres del sueño
mientras
se juega la copa del mundo
y
somos
engullidos
y liberados
también
a
nuestro miedo o resistencia
ondulan
estanques su ruido abovedado
mineral
recibe vegetal
animal
incorpóreo sacude su paso
entre
mínimos tréboles y sus espíritus
mis
ojos reviven en las imágenes de los mundos perdidos
cuando
los encuentran
en
el bosque resistente al alambrado
brota
frío
el
suelo azul de los lagos
y
el viento de la superficie
que
se acerca mientras subimos el camino
de
escaleras de ramas hasta la casa
y
un colchón de pasto
y
plumas
Daniel Schiavi
Si
no hablás no sos
no
te construís.
Cuando
callás
ya
no sos
te
destruís.
Si
sos
te
definís
y
pueden verte.
Si
no sos
no
te ves
aunque
sí los otros.
Te
ven no siendo
pero
te ven.
“Ellos”
entrecomillado, más bien.
“Pueden”
entrecomillado, más bien.
“Verte”
entrecomillado, también.
Ellos
incognoscibles sin embargo
son
hogar
te
rescatan por tu miseria o por tu enigma.
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