lunes, 1 de junio de 2015

Norman Bates en Recolección por Diego Makedonsky

Norman Bates
en
Recolección de Tamara Domenech

Trabajo más que nada con micrófonos piezoeléctricos, armando unos
dispositivos precarios que podrían definirse como instrumentos
electroacústicos. Los materiales son en general cosas encontradas que se
mezclan por la única razón de estar ahí presentes en el momento en que armo
algo, así el Sintrabajo es una madera que encontré en la puerta de casa con 3
pitones que tenía en una lata y una goma que había sobrado de un proyecto.
Suena jazzeramente como un contrabajo, pero fue armado en 3 minutos, de
ahí su nombre. El Chelo monófonico delgado es una contracción de un tubo
de cartón, una lata de lychees, una cuerda de guitarra, alambre
espantapalomas y una pipa. Para esta fecha, hablando de cosas encontradas,
voy a usar también algunas grabaciones de campo tomadas en la ciudad.
Cristian Martinez

Con Hernan Hayet tuvimos la intuición de que entre Tamara Domenech y
Norman Bates había algo.
Eso de ellos nos interpeló en la misma dirección. Qué es eso que vincula estas
dos obras?
Tamara recolectó obras encontradas durante 4 años, en sus caminos comunes
sorprendidos por hallazgos. Norman Bates hace música con objetos nomusicales,
obsoletos y cosas encontradas. Otra manera de sorprenderse en un
camino común. En ese cruce entre lo cotidiano, lo sabido, los cuerpos y
materiales con los que nos cruzamos, ocurren los milagros. Sencillamente ese
acontecimiento que nos maravilla y ante el cual nos detenemos. Nos
sustraemos al tiempo impuesto de la función y el rendimiento y nos
enredamos con lo inpensado.
Los dos trabajan con el residuo y esto resulta obvio. Mi memoria sobre lo
escrito por Rodolfo Kusch me ayuda nuevamante: Qué es lo obvio?
Precísamente lo no seleccionado que sale al encuentro, dice Kusch. Tanto
Tamara como Norman Bates recogen lo descartado del uso y función social,
lo no-seleccionado.
Kusch situaría esta obviedad no seleccionada en el ámbito del discurso popular.
Tamara y Noman Bates, caen, sí, caen , se precipitan, se arrojan a un lugar
común, es decir que operan desde el mismo lugar. Y por eso entre ellos puede
surgir un espacio para lo comunitario, precisamente en ese abismo donde van a
parar los deshechos desdichados de lo socialmente in-util, de aquello que no
sirve para nada, no sirve a nadie, no es para , sino que está siendo desde y por
ello liberador. Desde donde? Precisamente desde lo residualizado. Y lo
residualizado lo es primero de nosotros mismos, lo que queda mas allá de lo
que nos sirve y de lo que se sirve.
Tamara escribe en el prólogo del libro que acompaña la muestra que ella indaga
sobre lo que otros dejan y cuando leo ésto advierto la obviedad que sale a mi
encuentro: En este preciso acto de escritura, habiéndola leído y mientras
escucho la obra de Norman Bates, estoy indagando sobre lo que ellos han
dejado; Usted que está en este momento leyendo, no está acaso indagando
sobre lo que yo mismo dejo? Leer, mirar, escuchar lo que han dejado colgado
de las paredes o flotando en sonoridades. Qué perfume dejará usted en el aire
para que otros huelan?
Yuxtaposiciones y superposiciones de capas de recorridos y tiempos.
Lenguajes encarnados en materiales descartados volviendolos cuerpos
vibrantes, espacios de resonancia donde algo surge... quizás aquel grano de
significancia.
Operación, la de todos, de seleccionar lo no-seleccionado, operación de
resistencia a un mundo social que se vuelve extrañamente in-humano, un acto
de re-existencia que arroja a su vez restos para que haciendo lo propio.
Montaje y desmontaje sucesivo y simultaneo al rededor de eso que cae,
inagotable como reserva seminal de sentido. La fuente hedienta dispuesta para
que desde los deshechos surjan mundos.

Diego Makedonsky

Arte de entrecasa. Noelia Rivero sobre Recolección.

“¿Cuál es el arte de entrecasa que nunca conoceremos?”, voy a empezar por esta pregunta que se hace Tamara y que me llevó a pensar dos cosas, la palabra entrecasa, rápidamente a estar de entrecasa, al espacio doméstico, desarreglado, caótico,  un espacio lleno de deberes pero también el hogar, con el matiz de paz que tiene esa palabra. A estar en casa. Un arte de entrecasa puede ser aquel que surge con este origen/coordenadas.
También pensé en el “entrecasa” como el interior, la olla revolviéndose, la mente mascullando, el cuerpo presintiendo el arte, es decir, el reverso experiencial, íntimo del surgimiento de una obra, de aquello que deseemos llamar obra y lo presentamos como tal (un poema, una pintura, un cómic, etc.)
Me alegró que esas evocaciones surgieran leyendo el libro de Tamara. La observación maternal que declara en la introducción, es una poética maternal, menos como tema que como lugar de producción y de manifiesto, ya que de manera directa, el libro indaga sobre las condiciones de existencia artística de una mujer-artista que también es madre, una intersección que puede volverse privilegiada e indicada para señalar lo violentadas que están justamente, nuestras condiciones de existencia.  Y también, es un libro del entrecasa del hecho artístico, del momento de su “nacimiento”, la primera mirada sobre la obra encontrada y el tiempo prodigioso que abre y suspende –más que robar– algo del tiempo cotidiano.
Digo prodigio porque me acuerdo de los Milagros de Nuestra Señora de Berceo, donde la maravilla ingresa sin más, para recordar en una vida prosaica la existencia de la gracia divina.  También los textos retoman algo de la estructura de los cuentos maravillosos, pero sin el final feliz ni moral, sin final, sino en su goce por la irrupción de lo sobrenatural.  Los poemas del libro comienzan en el más puro plano terrenal, con coordenadas cartográficas exactas, cercanas, la ciudad de Buenos Aires sin demasiado lirismo: basura, deberes cotidianos, jefes, policías, conseguir un espacio para estacionar…. Pero esto se cruza con un dialogar animista y alucinado que fuerza y establece una relación con el mundo que da espacio, preconiza e invoca el hallazgo, que es la visión de la obra de arte en la basura, en el desecho, en el descarte, en el margen, en la vereda de la fábrica-Sistema.
El encuentro con las obras que acá se exhiben aparece como una iluminación. Lo digo también en el sentido de esas letras dibujadas que adornaban los textos medievales. Dibujo y letra. El dibujo trajo a la letra, la letra testimonió el dibujo. Pero en el medio de esta operación artística estuvo esa experiencia de la fractura, de la supervivencia, de la renuncia y de la interrupción, en todos sus sentidos. Ése creo es el tiempo que marcan los poemas. La artista es interrumpida por los quehaceres maternales. Pero también la madre es interrumpida por la llegada de la visión artística.  Lo maternal se vuelve también potencia y se proyecta en la mirada que intuye e hilvana con fragmentos y desechos una totalidad, el diagrama que une el libro y  la muestra. Esta artista maternal “adopta” una poética de lo disruptivo. Me gustó pensar que este libro de Tamara participa de una forma de escribir y de hacer arte que está construyéndose desde los márgenes, no sólo de los salones literarios de varones soñados por ella, sino de todos los que siguen funcionando de manera similar.    


Noelia Rivero, abril 2015.

Prólogo

Este libro reúne  imágenes de objetos y obras que recolecté de la calle durante los años 2011-2014 en caminos realizados al trabajo, a mi casa, al colegio de mis hijos, a galerías. Fueron caminos comunes sorprendidos por hallazgos en los barrios en los que viví y me muevo: Palermo, San Cristóbal, Villa Santa Rita, Núñez.
Por cada una de ellas necesité escribir una referencia, una pequeña crónica de la esquina en la que las había encontrado, dado que ninguna estaba firmada, excepto el nombre de un niño sobre una hoja con flores.
Esta recolección fue una manera de pintar sin tiempo, de escribir mientras observaba, de pensar una muestra para otros que no conozco, de sentirme acompañada en la ciudad, de robar minutos a los deberes cotidianos en la puesta de un descubrimiento, de trabajar sin dejar de pensar en quién soy.
Yo no sé por qué se han deshecho de ellas, las reuní con la intención de una observación maternal.
¿Cuál es el arte de entrecasa que nunca conoceremos? ¿Cuál es la relación entre aquello que se descarta y aquello que se exhibe? ¿Cómo nos interpelan los materiales sobre los cuales no tenemos referencia de su autor? ¿Cuáles son los dibujos que se exhiben en las bolsas de residuos? ¿En qué momento se fractura lo que deseamos de lo que dejamos de amar?
Estas obras formaron parte de un sueño, de modo tal, que ya fueron exhibidas, estaban colgadas en una sala inmaculada al lado de un recuadro de telgopor en el que disponía con alfileres papeles encontrados: naipes, fragmentos de cartas, listas de supermercado, notas a través de las cuales, personas discapacitadas venden sus mercancías en el subte. Sobre el piso del sueño se proyectaban, de manera circular, fragmentos del libro el Salón Literario de Sastre, libro que reúne ensayos de J.M. Gutiérrez, J.B. Alberdi, E. Echeverría, y el mismo M. Sastre sobre la tradición española y la vanguardia literaria que los jóvenes de la generación de 1837 discutían y querían forjar.
Yo indago sobre lo que otros dejan.
Las preguntas que se me ocurren son: ¿Qué relación existe entre aquellas tertulias y las del arte de hoy? ¿Cuál es el contorno de las voces a las que debiéndolas oír, querríamos desobedecer? ¿Están lejos o cerca?
¿Qué espacios existen de exhibición para las obras del odio? ¿Qué dibujos fueron basura en aquella época? Estas obras, ¿Deberían ser mostradas en un museo o en un basural de clásicos literarios a exhumar?

Tamara Domenech