lunes, 1 de junio de 2015

Arte de entrecasa. Noelia Rivero sobre Recolección.

“¿Cuál es el arte de entrecasa que nunca conoceremos?”, voy a empezar por esta pregunta que se hace Tamara y que me llevó a pensar dos cosas, la palabra entrecasa, rápidamente a estar de entrecasa, al espacio doméstico, desarreglado, caótico,  un espacio lleno de deberes pero también el hogar, con el matiz de paz que tiene esa palabra. A estar en casa. Un arte de entrecasa puede ser aquel que surge con este origen/coordenadas.
También pensé en el “entrecasa” como el interior, la olla revolviéndose, la mente mascullando, el cuerpo presintiendo el arte, es decir, el reverso experiencial, íntimo del surgimiento de una obra, de aquello que deseemos llamar obra y lo presentamos como tal (un poema, una pintura, un cómic, etc.)
Me alegró que esas evocaciones surgieran leyendo el libro de Tamara. La observación maternal que declara en la introducción, es una poética maternal, menos como tema que como lugar de producción y de manifiesto, ya que de manera directa, el libro indaga sobre las condiciones de existencia artística de una mujer-artista que también es madre, una intersección que puede volverse privilegiada e indicada para señalar lo violentadas que están justamente, nuestras condiciones de existencia.  Y también, es un libro del entrecasa del hecho artístico, del momento de su “nacimiento”, la primera mirada sobre la obra encontrada y el tiempo prodigioso que abre y suspende –más que robar– algo del tiempo cotidiano.
Digo prodigio porque me acuerdo de los Milagros de Nuestra Señora de Berceo, donde la maravilla ingresa sin más, para recordar en una vida prosaica la existencia de la gracia divina.  También los textos retoman algo de la estructura de los cuentos maravillosos, pero sin el final feliz ni moral, sin final, sino en su goce por la irrupción de lo sobrenatural.  Los poemas del libro comienzan en el más puro plano terrenal, con coordenadas cartográficas exactas, cercanas, la ciudad de Buenos Aires sin demasiado lirismo: basura, deberes cotidianos, jefes, policías, conseguir un espacio para estacionar…. Pero esto se cruza con un dialogar animista y alucinado que fuerza y establece una relación con el mundo que da espacio, preconiza e invoca el hallazgo, que es la visión de la obra de arte en la basura, en el desecho, en el descarte, en el margen, en la vereda de la fábrica-Sistema.
El encuentro con las obras que acá se exhiben aparece como una iluminación. Lo digo también en el sentido de esas letras dibujadas que adornaban los textos medievales. Dibujo y letra. El dibujo trajo a la letra, la letra testimonió el dibujo. Pero en el medio de esta operación artística estuvo esa experiencia de la fractura, de la supervivencia, de la renuncia y de la interrupción, en todos sus sentidos. Ése creo es el tiempo que marcan los poemas. La artista es interrumpida por los quehaceres maternales. Pero también la madre es interrumpida por la llegada de la visión artística.  Lo maternal se vuelve también potencia y se proyecta en la mirada que intuye e hilvana con fragmentos y desechos una totalidad, el diagrama que une el libro y  la muestra. Esta artista maternal “adopta” una poética de lo disruptivo. Me gustó pensar que este libro de Tamara participa de una forma de escribir y de hacer arte que está construyéndose desde los márgenes, no sólo de los salones literarios de varones soñados por ella, sino de todos los que siguen funcionando de manera similar.    


Noelia Rivero, abril 2015.

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