lunes, 29 de agosto de 2016

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En una aureola de humo de cigarrillo salimos de la cama.
Las nubes son rosas, violetas, celestes.
Buscamos las estrellas que no se ven.
Sin proponernos un tema, surgen coincidencias alegres con letras que cuelgan de barbas y labios rojos.
Vos decís, ese invento lo imaginé mientras dormía.
Y yo te creo porque me visto igual.
A veces la cerveza no alcanza para llenar el barril de mi mente.
Y llegás para que las cortinas de mi casa se impregnen con el perfume de un país soñado.
No son estatuas las que desfilan a lo largo de nuestras palabras.
Son gñomos taciturnos que consiguen un postre.
Quiero que vengas.
El día que mejor te quede.
Escucho el timbre de la puerta esté donde esté.
En el cielo las palabras importantes no se oyen.
Somos una luz que presiente la quietud.
Me gusta fumar.
Es la forma que encontramos de pensar.
Entre pitada y pitada lo que está por ocurrir.
Y se precipita después de un silencio.
La interrogación.
La lluvia.
Una estantería.
 Libros muertos con palabras super útiles.
Seamos así. Aureolas escapándose  de  una habitación. 

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Nos sumergimos en un vaso de cerveza.
Somos desnudos y dorados.
Decís, por suerte no escucho la cuerda de mi juguete.
Y yo asiento el aquietamiento de una máquina inservible.
La verdad de la ropa limpia son las manos, no un motor.
Y burbujeamos el placer de no ser parte de un imperio.
En el mar los diccionarios se disuelven.
Por obtusas y valientes que sean las palabras.
Nadar nos permite el piso de las cosas.
Te veo abierto y pienso como una manifestante.
Cerrás los ojos.
Si dormitamos la casa es un partido político.
En donde sentir el destino de las horas.
Lo que queremos si no somos felices.
Tus brazadas son contra un libro comercial.
Cuando menos impaciencia mejor nos va.
Un atado de cigarros.
Nuestras mentes se nutren de una nicotina que pronuncia una mansión.
En este vaso cabe nuestro barrio.

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Queremos lo que queremos porque nos gusta.
Las palabras existen y nos atienden.
Hay hombres con sombreros en mis sueños que dicen al revés.
Los caprichos son la esclavitud.
Si estás erguido no sos un gato.
Yo prefiero lo que prefiero.
Afilar las uñas por hacer algo.
Hay mujeres en mis sueños con los labios pintados que dicen al revés.
Las palabras no son de fuego aunque exista el maquillaje.
Yo creo en lo que creo.
A las nenas hay que prestarles atención.
Prolongar el misterio de sus charlas.
Hay hombres con zapatos de goma en mis sueños que escuchan cosas que no digo.
Las palabras son para entender.
Las nenas se pierden en un dibujo.
Y queremos lo que queremos porque nos gusta.
Las palabras existen y nos atienden.
Llevándonos de la mano por un parque silencioso.
Sacudiéndonos de furia.
Secándonos la intemperie con un papel.
Desobedeciéndolas en los anillos del lenguaje.

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Montados a un caballo negro con la montura dorada llegamos a un castillo negro con una puerta dorada de papel.
Adentro hay un anciano inútil y gracioso.
Su cabello le llega a las rodillas con los colores de un plumero.
De una mano cuelgan sus dedos con anillos de colores y de la otra un péndulo.
Su cuerpo de gaviota, ablanda un sillón de madera y almíbar.
Sus ojos son lombrices en un pantano.
Con una voz aguda dice, si llegan a un lugar es por encantamiento de los sentidos.
Yo no temo cuando entro a una fiesta con alguien de la mano.
Aunque esa persona no tenga el olor que necesito.
El anciano repite, de mi silla nace el hogar.
Las palabras crean lo que ven.
Yo me siento muda.
Vos te acercás a los muebles para comprobar su verdad.
Y se deshacen las alfombras y los caireles de las arañas.
Nos volvemos ancianos de mirar.
Las palabras comienzan a decorar los dormitorios de la mente.
Y dejamos de ver un árbol después de otro.
Vos me sacudís con fuerza sacándome del cuerpo una ilusión quemada.
Me gritás algo así como
lo que vale son las conversaciones
palabras movidas por animales.
Yo descubro una ventana y la señalo.
Abrazada a tu cadera lloro anillos de oro.
Para indicar hay que moverse.
Escribir no es sentarse.

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Estoy en un campo.
Con un pantalón negro con pintas blancas y una camisa blanca de hombre desabrochada.
Mi torso desnudo nutre el paisaje.
Mi torso desnudo se deja nutrir.
Hay cardos violetas que se empapan con la lluvia de mi mente.
Las retamas cosen con hilos de viento una corona.
Pienso en un hombre.
Como un hombre.
Pienso en una mujer.
Como una mujer que toma a su hija de la mano para que no tema.
Nunca tenga miedo.
De la noche.
Hay un sol tan fuerte que provoca el olvido de palabras de troncos.
El cielo es rosa con ribetes naranjas.
Los toco con mi ropa.
Los toco con mi desnudez.
Los pájaros fecundan una emoción.
Cantan dentro de mí.
Hacen un nido con ramas que estaban en el piso.
Yo los ayudo a juntarlas.
Mi vientre se llena de animales vivos.
Respiro con ellos las capas de la tierra.
Fumo un cigarrillo para ser parte del aire que me inventa.
Las aureolas decoran la cueva de un potrillo
Lo acuno con humo.
Y abre los ojos por primera vez.





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