domingo, 4 de septiembre de 2016

Archivos Imposibles. 10 años de Oficina Proyectista, Fundación Lebensohn, 2016.


Una burbuja en el pico de una botella / Tamara Domenech

Lectura

Vanna Andreini / Roger Colom / Selva Dipasquale / Lanfranco Ezpeleta / Liliana Ponce / Florencia Fragasso / Paz Garberoglio / Noelia Rivero / Carolina Romanó / Daniel Schiavi /

Sábado 3 -Septiembre- 18 hs.

Oficina Proyectista - Fundación Lebensohn
General Hornos 238

Vanna Andreini 

Orfeo

Apoya la cabeza sobre el escritorio
Busca claridad entre notas y palabras
La luz invernal
Que entra por la ventana
Lo adormece
El sueño  a la luz del sol
Repara

Ella
Bailarina de sus notas
Sin sonido
Lo cubre
Respeta el genio
Responde a su educación
Cierra y sale

Caperucita sin canasta
Sin sendero
Busca un lugar
Desde el que tirarle
Pana las palomas

Sueña un hombre
Capaz de cruzar ríos
 De Ganarle a perros de tres cabezas
De convencer captores
Sueña un amor fuera de serie
Que le dedique poemas y canciones

Una niña con una varita luminosa
Espanta sus palomas
Que la despiertan de sus ensoñaciones
¿Qué espera del amor?
¿Ser rescatada?
¿todos los días? ¿de sí o de quién?
Todos los días no
Una sola vez
Y luego
Repetir
El abandono inicial
un hombre que al mirarla
la abandona
a su oscuridad
princesa muda y sin sonrisas
hermana de los seis cisnes
de los hermanos Grimm
teje esas camisas salvadoras
mientras espera la hoguera
salva y es salvada

ahora corre y corre
se aleja de sí
y de los lobos
¿cuál es el amor capaz de salvar?
¿el arte?
Arte y vida
Vida o arte
Tropieza
Se resbala
Cae
Y el auto no alcanza a frenar

Orfeo sueña
Una protagonista femenina
Que esté a la altura
De un drama intenso.

Roger Colom

Monserrat

14/12/2011

Dijiste que no se puede contar conmigo, que (además) vivo
en una pensión, aunque sea de artistas, y eso lo demuestra.
Eso me llevó de nuevo a Schuyler, que también vivía en una pensión
de artistas, aunque más famosa que la mía, y en una ciudad
más potente que la mía, la de ahora, el Hotel Chelsea
donde dicen que Sid mató a Nancy en 1978.
Anoche tuve un sueño erótico. Era una orgía. Nunca había soñado
con una orgía, al menos durmiendo, y nunca he estado en una.
En la orgía en cuestión, la que soñé, no conocía a nadie, aunque
se suponía que sí, que la mayoría eran personas que conocía—
o que conocería en algún futuro no muy lejano. Una era pintora.
Luego había otra chica, con la que al parecer yo estaba liado.
Todo ocurría en una ciudad intermedia entre Buenos Aires
y Barcelona, adonde íbamos en tren a ver la exposición de otro amigo.
A veces tengo la sensación de que todo está aún por descubrir;
de que la realidad está al acecho, esperando a ser creada a cada instante.
Vine al Café Montserrat a despejarme un poco. Me cuesta volver a dormir
después de sueños así, y después, por la mañana quedo medio atontado.
También era por airearme un poco de mi habitación. Me gusta mi habitación
pero a veces me agobia un poco escribir ahí. O en cualquier casa donde
haya vivido, siempre ha sido así. Por eso, también siempre, he tenido
la costumbre de “salir a caminar” una idea, un poema, lo que sea
que tenga entre manos en ese momento. La camarera tiene una barriguita
que en otras ocasiones no le había notado; hace tiempo que no vengo
y no me atrevo a preguntarle si está embarazada, que no siempre
es buena noticia.
Las alemanas de la mesa de enfrente, una rubia, otra no tanto
pero las dos muy guapas, hablan en alemán. Algo las indigna
o están en desacuerdo con algo, aunque no entre ellas. Y
al estar en desacuerdo con algo aunque de acuerdo entre ellas
parece como si su indignación, que percibo sólo por el tono
de sus voces y por cómo se interrumpen para seguir estando
de acuerdo, tuviera una mayor densidad. Y es que nos encantan
esos momentos en que nuestras vidas cobran una densidad
mayor que la habitual, y parece que por fin podremos escapar
aunque sólo sea un ratito, de la delgadez, de la finura inútil
de nuestra experiencia diaria.
Hace un momento, mientras pasaba estas notas en limpio, en al patio
de mi casa, levanté la vista y ahí (con el cielo inmenso) mirando
medio al sudeste, estaba Júpiter. De repente, me vino a la mente
lo que me dijo un amigo de muchos años: “Si miras con cuidado
puedes llegar a ver a Ío, Ganímedes, Europa y Calisto, sus cuatro lunas.”

Selva Dipasquale

Casa de la Poesía

Cuando me tiro de cabeza
a la pileta
mis piernas se dan vuelta
y caen
lento
como ahora las agujas del reloj.
El agua y el aire
por un instante
tienen
la misma densidad.
Voy hasta el fondo
y regreso a la superficie
en una sola dirección,

a toda velocidad y con los ojos
bien abiertos.
El cielo está turbio,
se apaga.
Respiro.
Las flores del aromo
flotan.

Lanfranco Ezpeleta 


Liliana Ponce 

Reconstrucción de seis fábulas nocturnas

1.     
¿Cómo recuperar ese sueño del que se borraron las palabras y las imágenes? ¿Qué hablé, qué oí, quién estaba en esa puerta, en ese cuarto? Muda también yo, como espectadora. Todo se convirtió en nube, en sombra. Y al despertar, quedó por un instante un color indefinido, opaco, una placa lechosa, sin forma ni sonido.

2.     
La mujer del turbante gris está de espaldas. Pero la miro y comprendo que soy yo misma. Soy y no soy yo al mismo tiempo. Observación de una cabeza, apenas –casi cuerpo fragmentado. La imagen dura poco, y si había una historia, cuando desperté se borró.

3.     
Anoche, un leve grito de quien duerme a mi lado. Me sobresalto y me dice, con voz angustiada, que solo sueña pesadillas. Entonces le pregunto: “¿no será que solo te acordás de las pesadillas?”

4.     
Me desperté tratando de tirar el hilo, de ovillarlo, con el deseo de que vinieran las palabras y las imágenes del sueño. Todo se vuelve calmo y apacible. El brillo detrás de los párpados es casi fuego, gotas que se secan por el ardor.

5.     
Dos panes grandes, ovoides, de harina con salvado. Uno estaba en la alacena, a la vista. El otro, sobre la mesa –el que yo estaba comiendo. Ah ese sabor, ligeramente salado, su costra crujiente al morderlo. Era, pensé en el sueño, igual al pan de centeno que compraba mi madre al panadero ambulante.
Desperté y recordé que en el sueño, el placer estaba en la boca, en la saliva –el sabor que ahora se perdía con la luz de la mañana y el canto de un pájaro desconocido que, atravesando la fría bruma de julio, llegaba desde un árbol cercano.

6.     
De frente, a mi izquierda, un cantero armado sobre una elevación. Estaba cubierto de hojas en un tupido entramado, como una pared verde hecha alfombra. Alguien me acompañaba pero no supe quién era. Esas hojas son de plantas de violetas –afirmé frente al desconcierto de mi interlocutor invisible, indefinido. Y al decir esas palabras, me daba cuenta de que eran el recuerdo de las que cultivaba mi abuela. Después, las imágenes se recortaron, se separaron de las palabras.
Ese día dormí más de lo acostumbrado. Fue un sueño muy profundo –alguien entró al cuarto, alguien salió, pero no oí nada, absolutamente. ¿Será así morir? 

Florencia Fragasso

Sacristía

Voy al cine a dormir
No soy la única

Voy a dejarme arrullar
por las voces perfectas
de los personajes secundarios

La butaca turquesa solo se mantiene firme
si aprieto fuerte hacia abajo con los muslos y el sacro

Si no ofrezco resistencia, en cambio,
la butaca se cierra como una tijera
me hace convexa
obligándome a besarme las rodillas

Me duermo encantada
por las voces magnéticas
pero con el sacro empujo hacia abajo
empujo hasta que la butaca
suelta amarras
y se mece

mi sacro, el cráneo de un animal extinguido,
queda flotando

(De El cuento de las mellizas, inédito)
Paz Garberoglio 
Con paciencia leo mensajes
en los bordes de mi presa:
la maldad es un tren que
no se detendrá, aunque
hagamos desesperadas señas.
Yo también fui un animal
prehistórico, corriendo voraz
bajo la sombra de unos tilos.
Soy la memoria de mis cosas,
el patrón de la cuna del hambre.
Sembrar. Me pregunto
qué habrá detrás de los ojos,
del cansancio que apuran.
Algo más que tomar un atajo,
estos son mis sueños
cosidos hacia afuera,
estos son mis “short cuts”,
maneras de decir yo fui, yo hice,
yo tengo.

Noelia Rivero

Ayer soñé que era amiga de una pantera. Jugamos como hermanas.
Como todas las hermanas que perdí.
Jugamos a ser un mar oscuro. A no esperar la flecha. Ni el trueno.
Y a la lengua pasar por las manos y los ojos cerrar y las costillas hincharlas de aire.

De Fiesta en un patio de Temperley, Zorra/Poesía, 2008.

Carolina Romanó

parque sin palabras

árboles oscuros
en el cielo transparente y la luna 
se aleja o se acerca a las cosas que se mueven
o se aquietan en los suaves pulóveres del sueño
mientras se juega la copa del mundo
y somos
engullidos y liberados
también
a nuestro miedo o resistencia
ondulan estanques su ruido abovedado
mineral recibe vegetal
animal incorpóreo sacude su paso
entre mínimos tréboles y sus espíritus
mis ojos reviven en las imágenes de los mundos perdidos
cuando los encuentran
en el bosque resistente al alambrado
brota frío
el suelo azul de los lagos
y el viento de la superficie
que se acerca mientras subimos el camino
de escaleras de ramas hasta la casa
y un colchón de pasto
y plumas

Daniel Schiavi

Si no hablás no sos
no te construís.
Cuando callás
ya no sos
te destruís.
Si sos
te definís
y pueden verte.

Si no sos
no te ves
aunque sí los otros.
Te ven no siendo
pero te ven.
“Ellos” entrecomillado, más bien.
“Pueden” entrecomillado, más bien.
“Verte” entrecomillado, también.
Ellos incognoscibles sin embargo
son hogar
te rescatan por tu miseria o por tu enigma.


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