Me escapo de la crítica sesuda, de la reseña o del elogio comparativo con nombres de marca y éxito. Voy a compartir simplemente por qué me gusta la poesía de Tamara, mi experiencia lectora, como si estuviéramos en un café. Después si alguien más leyó su poesía, sería genial que pudieran contar.
A Tamara le importa la gente. A mí siempre me
sorprende eso, que me asumo misántropa. Pero cuando leo sus poemas, le doy la
razón en dos cosas: cuando me contradice y me señala que en realidad no soy tan
misántropa como me creo; y en que la política más radical que podemos poner en
práctica es el Amor. Lo ha sido siempre. Eso no significa poner cara de
buenitos ni creernos o aspirar a ser santos. Distinción fundamental que también
está bien clara en la poesía de Tamara. No es un amor en abstracto (que puede
ser llenado con cualquier concretitud bazofia). Sería un amor de clases, un
amor en el contexto de la lucha de clases, como dice Mao Tse-Tung en una
conferencia que leí estos días, y de alguna manera, como dice el Mao con el que
sueña Tamara en su poema homónimo: sueños de justicia, de justicia social, en
los que no se deja afuera de los bienes necesarios la materialidad de la
epifanía, del contacto con la naturaleza y del amor, para que esa revolución
tan imprescindible no sea solo una instrucción sino una invitación de la que
gocemos participar.
Tamara perfecciona a Mao en sueños y en
poemas.
La poesía que viene escribiendo hace años, y
que también se encuentra en este libro, es una herramienta de investigación de
ese amor combativo, es la manera de llegar a la Atención necesaria para descubrir el brillo del otro, el regalo que
trae sin saber y que nos conmueve y hace posible formar un nosotros. Es su modo
de estar atenta, nos lo cuenta y se vuelve nuestro modo al leerla y permitirnos
enfocar mejor, al hacer nuestras sus escenas o como en mi caso –reconocer– que
somos militantes de ese amor.
En Apuntes
poemas se nos señala el asombro del contacto con los otros: por ejemplo, en
“Nina”, se comparte un recuerdo a raíz de saludar y prestar atención a una
perrita con un pañuelo; en “Estiramiento”, se percibe el latido del corazón de
una profesora de gimnasia y en “Libros”, se prefiere una literatura que no esté
encerrada sino que sea un vaso comunicante.
¿Dónde me reconocí como parte de ese nosotres
que busca Tamara en sus poemas? Sobre todo en la poeta-docente. En la
trabajadora de cualquier escuela (no las que dan renombre en nuestro sistema de
validación vetusto pero vigente). Allí, la poeta-docente escucha el tintineo de
las pulseritas de la secretaria tipeando y eso es alegría. Su presencia
antisistema dentro de uno de los órganos del sistema y en la cajita del aula da
testimonio de la rajadura, inventando en la herida, y con el desconcierto, otro
paisaje. Armando un clima para que haya, en cambio, un concierto de
adolescentes animados por otra cosa que no sea la crueldad y el vaciamiento del
tecnocapitalismo. Tamara los quiere y sus clases son poemas porque como dije
antes, su poesía es Atención y Afecto.
Pienso que quizás le puso Apunte poemas por ese aprendizaje del vivir del que toma nota de
manera permanente. No porque sean poemas incipientes, o la idea de un poema aún
no terminado. Su concepto de poesía es “la vida amontonada”
“los vaivenes de un cuerpo cuando está con
alguien más”
y si hay tradición, es la de la “asamblea,
juntada, reunión o movida”
lo que “ligue el adentro con el adentro de
otrx en un afuera”.
En la poesía de Tamara hay comunidades
posibles: frágiles, vulnerables, provisorias caóticas, como la enumeración, la
lista nominal, la cita o el símil sorpresivo que caracteriza su escritura. Y
justamente por esto, son comunidades llenas de potencia. Sus poemas, me
arriesgo a decir, proponen la siguiente tesis política: no creen en la fijeza,
sino en la verdad del movimiento: es el signo de la vida.
Me arriesgo a decir que sus poemas también son
una petición, a la que me uno: no dejemos nunca de ser aprendices, escribamos,
tomemos apuntes para compartir con quien haya llegado tarde a esa clase o se tenga
que ir corriendo a preparar la comida a los chicos, los gatos, los ancianos,
las flores.
Noelia
Rivero, octubre 2024.
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