sábado, 19 de julio de 2014



Naturaleza

Gurruchaga y Güemes.
Camino con una bolsa de hacer mandados.
Ya hice las compras y no logré llenarla.
Me levanto a las 3 de la mañana para hacer trabajos para personas que no valoran.Y cobro muy poco dinero.
Planifico las comidas mientras envío currículumscon la tensión de la aguja del segundero.
Cuánto dinero tendría que cobrar para satisfacer las necesidades básicas y quedarme en casa el tiempo que quiera, pintando, escribiendo, jugando con mis hijos.
Trabajo, escriben mis dedos en la mente, conviértanse en un derecho lúcido y alegre como el derecho al tiempo de las ganas.
Prescindiré de la ropa, los accesorios y los muebles.
Seré intransigente con los paseos, las comidas y la nafta para que el coche nos lleve a lugares desconocidos.
Trabajo, escriben mis pies en el piso, no me lleven lejos.
Pero el trabajo no llega como espero y en su lugar son las horas de rebuscarme las salidas del día a día.
100 pesos de aquí. 100 pesos de allá. Son los las cosas que puedo comprar. Pan, leche, fideos, pañales, caramelos que se amontonan en mi bolsa por la mitad.
Un hombre sale de un negocio y no sé por qué motivo me ofrece un cuadro, una lámina con una naturaleza muerta.
¿Habrá querido llenar mi bolsa?
¿Habrá querido alegrar el reloj de mis pensamientos?
Yo no pregunto cuando alguien me da algo que no quiere más. Ni digo gracias ni nada.
¿Qué sentido tendría agradecer deshechos?
Sin embargo se iluminan los ojos de una mendiga que está dentro de mí.
Es una virgen sucia, con mocos y haraposa a la que no le pido nada porque no tiene, y le agradezco por mostrarme los colores.

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