Este
libro reúne imágenes de objetos y obras
que recolecté de la calle durante los años 2011-2014 en caminos realizados al
trabajo, a mi casa, al colegio de mis hijos, a galerías. Fueron caminos comunes
sorprendidos por hallazgos en los barrios en los que viví y me muevo: Palermo,
San Cristóbal, Villa Santa Rita, Núñez.
Por cada
una de ellas necesité escribir una referencia, una pequeña crónica de la
esquina en la que las había encontrado, dado que ninguna estaba firmada,
excepto el nombre de un niño sobre una hoja con flores.
Esta
recolección fue una manera de pintar sin tiempo, de escribir mientras
observaba, de pensar una muestra para otros que no conozco, de sentirme
acompañada en la ciudad, de robar minutos a los deberes cotidianos en la puesta
de un descubrimiento, de trabajar sin dejar de pensar en quién soy.
Yo
no sé por qué se han deshecho de ellas, las reuní con la intención de una
observación maternal.
¿Cuál
es el arte de entrecasa que nunca conoceremos? ¿Cuál es la relación entre
aquello que se descarta y aquello que se exhibe? ¿Cómo nos interpelan los
materiales sobre los cuales no tenemos referencia de su autor? ¿Cuáles son los
dibujos que se exhiben en las bolsas de residuos? ¿En qué momento se fractura
lo que deseamos de lo que dejamos de amar?
Estas
obras formaron parte de un sueño, de modo tal, que ya fueron exhibidas, estaban
colgadas en una sala inmaculada al lado de un recuadro de telgopor en el que
disponía con alfileres papeles encontrados: naipes, fragmentos de cartas,
listas de supermercado, notas a través de las cuales, personas discapacitadas
venden sus mercancías en el subte. Sobre el piso del sueño se proyectaban, de
manera circular, fragmentos del libro el Salón Literario de Sastre, libro que
reúne ensayos de J.M. Gutiérrez, J.B. Alberdi, E. Echeverría, y el mismo M.
Sastre sobre la tradición española y la vanguardia literaria que los jóvenes de
la generación de 1837 discutían y querían forjar.
Yo indago
sobre lo que otros dejan.
Las
preguntas que se me ocurren son: ¿Qué relación existe entre aquellas tertulias
y las del arte de hoy? ¿Cuál es el contorno de las voces a las que debiéndolas
oír, querríamos desobedecer? ¿Están lejos o cerca?
¿Qué
espacios existen de exhibición para las obras del odio? ¿Qué dibujos fueron
basura en aquella época? Estas obras, ¿Deberían ser mostradas en un museo o en
un basural de clásicos literarios a exhumar?
Tamara
Domenech
No hay comentarios:
Publicar un comentario