Palabras iniciales: La tubería oculta
La posibilidad de
la creación de este libro surge un sábado a la tarde del mes de diciembre de
2018, en el living de la casa de Selva, mientras conversábamos sobre
literatura, noticias de amigos en común, hijos, la conflictividad social, todo
junto en no más de tres horas y cada tanto silencios de mate y té hasta que
surgió la coincidencia de sentirnos atraídas por los distintos oficios que
existen en los barrios en los que cada una vive.
Villa Luro y
Villa Santa Rita son cercanos en términos geográficos, en cuanto a la
composición de los comercios que los habitan, los servicios que ofrecen y los
horarios de apertura, descanso y cierre, la preeminencia de las siestas. Ese
tiempo en el que se suspende el trabajo y motiva un extrañamiento respecto a la
tendencia del estar abierto las 24 hs; disponibles más que dispuestas en torno
a la lógica de las redes sociales; el delivery en bicicleta o moto, remeras de
llamativos colores en las que los logos resaltan modos de precarización
laboral. Prácticas del capital alborotadas que funcionan en torno a
“comunidades de consumidores”, “clientes” y un sistema de “movilidad” capaz o
incapaz de satisfacer de manera “rápida” por no decir “instantánea” aquello que
se “necesita o se desea”.
En nuestros
barrios priman los comercios donde se venden productos o servicios realizados a
partir del desarrollo de oficios, mencionamos entre otros, los que en este
trabajo pudimos relevar: Relojero,
carpintero, dibujante técnico, restaurador de cacerolas y cuchillos, zapatero,
peluquera, peinadora, marquero, pintoras artesanas, modista, jardinero,
ceramista, cerrajero y tatuador. Es así, como sentimos la necesidad de indagar
sobre estos saberes, herramientas, formas de moldear la materia, el tiempo. Y
dárnoslo, en medio de obligaciones diarias para entrar, preguntar, escuchar y
escribir poemas. En este sentido, cada una, después de visitar estos lugares y
realizar una entrevista comenzó y concluyó un poema que fue enviado a la otra
para que continuara su desarrollo a partir de la imaginación distante,
disociada de no haber estado allí. Y así fuimos escribiendo un libro de a dos,
o a cuatro manos.
Si la poesía fuera
un oficio más, nos preguntamos cómo sería si sus técnicas, herramientas, temas
fueran siempre los mismos. Y como nos negamos a la rutinización de la
existencia, pensamos que este método de acercamiento a las personas y a las
palabras, podría colaborar, con sus filtraciones sutiles, a crear nuevos u
otros caminos dentro de los ya pautados, obligados, estandarizados.
Al hacer las
entrevistas nos encontramos cada vez con personas apasionadas por su labor,
todos dijeron hacer las cosas como si las hicieran para sí, y lograr sentirse
satisfechos, plenos con un buen trabajo realizado y reconocido por quienes se
los encargan. Cuerpos heridos pero vitales dando cuenta del malestar y del
amor.
Al desplegar
nuestro oficio de poetas, desgrabando, interviniendo las entrevistas y
escribiendo los textos poéticos advertimos, a poco de andar, que los
entrevistados en muchos fragmentos nos entregaban los poemas servidos en
bandeja. Con Tamara viajamos en la sonoridad de las palabras que designan
herramientas. Intervinimos, sí, pero también reescribimos historias de vida que
nos fueron contadas con un entusiasmo, que no deja de sorprendernos, por darlas
a conocer, con un agradecimiento que nos honra, somos nosotras las agradecidas
con cada trabajador, trabajadora, artistas de la materia, que nos abrieron las
puertas de su taller y nos compartieron anécdotas de sus vidas. Este libro nos
convence de lo que se ha dicho muchas veces: La poesía es de todos y para
todos. Está ahí a la vuelta de la esquina. Con sus alegrías y sus inmensos dolores.
Poetas somos todos. Quizá, entre la docilidad y la resistencia, haya un tiempo
para una manufactura mitad real mitad fantasía, trabajada por herramientas que
opacan y lustran el espacio y el mobiliario que nunca dice nada sobre cómo son
las cosas que hacemos, cómo pasan las personas que nos rodean, las cosas que
son.
El arte como
oxigenación, temple y gama hacia el encuentro con alguien.
Con el deseo de que
las puertas que abrimos, y que sigamos abriendo, no nos priven de ciertos
compromisos con aquello que nos rodea, de ciertos afectos. Nos gustaría
concluir estas palabras iniciales con lo expresado por el poeta Fabio Morábito:
Hay gente que cree, puesto que no los ve,
los tubos no existen o no son importantes, gente que no tiene conciencia de que
el agua no es mágica, sino que hay que llevarla por conductos concretos,
conductos que representan un esfuerzo notable… Cuando veo unos tubos asomar por el revoque de un muro de una casa o de un establecimiento público, siempre
me sorprendo. Ahí va el agua, me digo, como un perfecto tonto, y caigo de nuevo
en la cuenta de que las cosas son más simples y más complejas de lo que se
cree. Más simples, porque la idea de una tubería es bastante sencilla, tan
sencilla que es casi denigrante; el agua se merecería un medio de transporte
más digno que un tubo; y más complejas, porque como vivimos en una cultura del
recubrimiento, del eufemismo, de la ocultación del esfuerzo, hemos terminado
por creer que los tubos no existen y que todo ocurre detrás de los muros de una
manera automática. En resumen, hay que recuperar, en todos nuestros actos, la
tubería oculta, no perderla de vista, o como diría Antonio Porchia,
acompañarla.
Tamara Domenech y Selva Dipasquale
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